Víctor L. Rodríguez
El asunto de los tributos ha sido
siempre un tema de riquezas y pobrezas, pero antes fue un tema de vencidos y
vencedores, y las prestaciones que constituían el botín de guerra servían para
financiar los ejércitos y los gastos comunes de los pueblos victoriosos.
Conquistada la ciudad de Roma y aceptando los galos el pago de un rescate de
mil libras de oro para permitir su evacuación, ante los defectos deliberados de
las balanzas a favor de los vencedores las quejas de los vencidos, cuando se
pagaba el rescate, fueron calladas con la espada sobre una balanza y con la
frase de Breno, el jefe galo: « ¡Ay, de los vencidos!».
Tiempos después Salviano de Marsella, Monje
también de origen galo, en su libro «De Gubernatione Dei» (Sobre el Gobierno de
Dios), del año 440, después de Cristo, hablaba de la misma Roma que moría como
imperio y escribía: « ¿Quién puede encontrar palabras para describir la
enormidad de nuestra situación actual? Ahora, cuando la República Romana, ya
extinta o al menos aspirando su último aliento en aquel rincón donde aún parece
conservar un poco de vida, está muriendo, estrangulada por las cuerdas de la
tributación como si fueran las manos de los bandidos, todavía se encuentra a un
gran número hombres ricos que son la carga de los tributos que tienen que
soportar los pobres; es decir, se encuentran a muchísimos hombres ricos cuyos
impuestos están asesinando a los pobres.».
En el mismo texto citado el monje Salviano
decía más: «Para liberar a los ricos de sus viejos honorarios han añadido nuevas
cargas a los de los pobres; han enriquecido a los ricos mediante la eliminación
de sus obligaciones más leves y afligido a los pobres multiplicando sus muy
duros pagos. Así, los ricos se han convertido en más ricos por la disminución
de las cargas que soportaban con facilidad, mientras que los pobres están
muriendo por la subida de los impuestos que ya encontraban demasiado difíciles
de aguantar. Así que el remedio cacareado exaltó más injustamente a un grupo y
asesinó más injustamente a otro; para una clase fue una gran maldita recompensa
y para la otra un gran maldito veneno. Por lo tanto, yo digo que nada puede ser
más perverso que los ricos estén asesinando a los pobres con sus llamados
remedios, y nada más desafortunado que para los pobres, incluso la panacea
general les trae la muerte.».
Al margen de las frases estridentes y del
eslogan que emociona en boca de lúcidos narradores este es un tema cardinal de
la política tributaria. ¿Qué tratamiento daremos a los pobres en la
distribución de la carga tributaria? ¿Después de un pacto fiscal serán las
políticas tributarias igual de injustas como siempre?
Importar carros de lujo para ricos sin pagar
impuestos en este país como muchos otros asuntos relativos a los tributos es un
problema de fondo, no es una cuestión administrativa, sino de los privilegios
que los legisladores se otorgan a ellos mismos y transfieren a otros en una
práctica que sería impropia en cualquier otro país en el que las instituciones
funcionen de acuerdos a los principios dispuestos en su Constitución, como la
equidad y la justicia, que son principios constitucionales que deben fundamentar
el régimen tributario dominicano.
Hubo intentos de Miguel Cocco, que era un
recaudador, de modificar la inequidad de la importación de los vehículos de
lujo exonerados y para eso hicimos varios ensayos de propuestas. Murió el Director General de Aduanas sin que
prosperara ninguna; era un asunto sistémico.
Comentarios
Publicar un comentario