Víctor L. Rodríguez
En una reforma tributaria, o en
la discusión en torno a ésta, el Estado y el gobierno que lo representa no
puede ser un testigo de piedra que observa las discusiones para luego tomar los
resultados aplicarlos al margen de sus consideraciones y sin escuchar a los que
carecen de voz mediática.
Una reforma tributaria se hace
alrededor objetivos y su racionalidad se determina en la medida que la
estructura tributaria consiguiente es adecuada para alcanzar los objetivos
pretendidos. La política tributaria desde el punto de vista de la economía es parte
de una política instrumental que es la política fiscal y esta no se puede
definir al margen de los objetivos económicos que debe plantear el gobierno, que
no deben circunscribirse a meros propósitos recaudatorios.
Regularmente los objetivos
planteados alrededor de los cambios tributarios son de carácter financiero por el
deliberado propósito estatal de obtener recursos para financiar el gasto
público, pero los argumentos para cada tributo son de derivaciones ideológicas.
Los tributos en una democracia son objeto de debates públicos con el fin de que
los mismos sean el producto de un franco denuedo porque los paguen los otros.
Por más que se hable de equidad y
justicia es difícil que una sociedad donde no hay justicia y que sus
instituciones no se conformen ni actúen de acuerdo a estos principios se logre
alguna forma justicia o equidad tributaria.
Las estructuras tributarias resultantes de las preocupaciones financieras sobre
el déficit estatal rara vez dejan espacios a los temas de justicia.
Poniendo poca atención en la
equidad y la justicia en los últimos 20 años se habla del impuesto sobre la
renta de tasa única, cuyas denominaciones son partes de los intentos de
presentar un tributo con un nombre que suene bien para conseguir su aceptación.
De ese modo se habla de Flat Tax, de impuesto lineal e impuesto parejo. y todo
el atractivo de este impuesto se reduce al inefable argumento de la simplicidad
que tiene como requisito una tasa baja y única en el impuesto sobre la renta,
con una amplia base, para que todos seamos tratados como iguales en proporción
a nuestra capacidad contributiva.
El impuesto sobre la renta de
tasa única del 10% se planteó en los programas de gobierno de dos candidatos.
Una vez en la campaña para la presidencia en el año 2000-2004 y otra en el
programa de gobierno para la presidencia del 2008-2012. Los dos candidatos que
la sostuvieron fueron derrotados con el mismo asesor económico. La constante en
ambas campaña era quien asesoraba ambas campañas en los asuntos económicos y
elaboraba los programas de gobiernos en esa materia.
Uno de esos candidatos hablando
de su integridad como contribuyente como el que habla de cualquier cosa sin
saber lo que propone, sin advertirlo, dijo
de qué modo se beneficiaba él mismo con una tasa del 10% en el impuesto
sobre la renta, pues en el año de las
elecciones dijo que había pagado 200 millones de pesos de impuesto sobre la
renta.
Pagar 200 millones de pesos de
impuesto sobre la renta, con una tasa del 25%, implicaba que las ganancias
obtenidas en el periodo fiscal en cuestión fueran de 800 millones de pesos. Una
tasa flat o un puesto lineal con una tasa del 10% sólo pagaba de impuesto 80
millones. Por la sola reducción de la tasa del impuesto sobre la renta los beneficios
que hubiese obtenido el candidato por la reducción de la tasa del impuesto hubieran
sido de 120 millones de pesos. Esto significa que tratado igual, con una tasa única
en el impuesto sobre la renta y bajando ésta, no obtenemos los mismos
beneficios.
El discurso no era los 120
millones que el candidato se ganaría con la reducción de la tasa, sino que una
tasa del 25% era una tasa muy elevada y que era necesario despojar al clase
media de una carga tributaria tan pesada, y que una tasa del 10% aliviaba la
carga tributaria de los pobres, que no
la pagaban, pues más del 80% de los asalariados no pagan impuesto sobre la
renta porque están excluidos de dicho impuesto por el mínimo no imponible o la
llamada exención contributiva. La idea de la tasa única en el impuesto sobre
los ingresos ni siquiera es nueva, pero hora se habla del Flat Tax como
aquellos que los ajedrecistas denominan una novedad teórica.
El Flat Tax es un impuesto que
con el nombre de impuesto sobre la renta que en esencia grava el consumo, como
lo hace ITBIS, que beneficia a los ricos, y con respecto al cuál que se alega
una dudosa capacidad recaudatoria, pues agrega menos al monto total de las
recaudaciones que los impuestos que pretende sustituir, esto siempre se compensa con una mayor tasa o
una base más amplia los impuestos tipos valor agregados o la imposición al
consumo, aunque el flat tax por la determinación de su base imponible termine
creando una doble imposición sobre el consumo gravando los mismos conceptos que
un impuesto tipo valor agregado.
De ahí se agrega la idea de
establecer un impuesto sobre los bienes industrializados tipo valor agregado
con una tasa única que grave todos los bienes corporales muebles. Tal idea exacerbaría la regresividad del ITBIS con respecto al
ingreso, pero se esgrime con el argumento de la simplicidad, que no está entre
los principios constitucionales que deben fundamentar el régimen tributario,
porque en materia tributaria pocas cosas son simples y justas al mismo tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario