Víctor L. Rodríguez
Se habla y se vuelve hablar de una
reforma tributaria sin nada concreto. Más bien se habla de reforma fiscal, para
incluir el gasto, pero éste es un asunto de filosofía. Se gastará más o menos
partiendo de las funciones que consideramos debe desempeñar el Estado. Si las
funciones son pocas el nivel del gasto será bajo y su composición o estructura
se referirán a fines austeros, y la educación pública será escasa y la salud también.
La alternativa para proveerla será el mercado y salud tendrán los que pueden proporcionársela
y educación alcanzaran los que puedan comprarla en los colegios.
El tema no es la justicia, sino
la asignación de recursos, y considerando que las fallas del Estado son muchas
se entiende que las del mercado son eludibles sin son comparadas o por lo menos
son pocas y los impuestos se piensan en término de la simplicidad, la vocación
recaudatoria y tasas más bajas para los que son ricos.
Entonces no se busca la equidad,
sino sustraer dinero de donde se pueda menos, no de los que tienen y la reforma
tributaria así se vuelve una caricatura que sólo se piensa en abstracto y nadie
acude al análisis de cada impuesto como instrumento para proveer de recurso al
Estado. Todo se vuelve consignas y frases que no son célebre, pero que se
repiten. Todo parece un rosario o un mantra donde sólo se habla del gasto
tributario para eliminar las exenciones del ITBIS y hacer un sistema tributario
más simple y obtener de ahí las recaudaciones sin pensar que cuando se habla de
este gasto las estimaciones pueden ser falsas y que un concepto lato de gasto
tributario incluye muchos que son propios del sistema para conseguir justicia o
parte del diseño propio del régimen tributario afectado, de cual depende su
existencia.
Así contada la historia la
significación de la reforma tributaria dependerá del sentido que se le atribuye
o más bien del que resulte de la lucha de intereses. Teóricamente una reforma
tributaria consiste en una renovación suficientemente profunda de los tributos para
eliminar defectos en los impuestos vigentes. Vistas así las cosas, lo que se
habla sobre una reforma tributaria es pluma de burro, pues nadie se refiere a
aspectos concretos de los tributos, que sería referirse a la estructura
tributaria y poco se discute sobre una administración tributaria que habla de
simplificación y lo complica todo.
Nadie debe olvidar el aspecto
humano de las finanzas públicas, que el tema no es sólo cálculo en escenarios y
modelos, de estimaciones y de donde se consigue el dinero. Como lo demostró
perseguir asalariados con cierta saña. Además de los problemas de diseño que
tiene los instrumentos tributarios del sistema y las acciones que definen
políticas tributarias desde la administración de los impuestos hay otros
factores a considerar.
Se debe considerar redefinir el
papel del ministerio de Hacienda y su función en la aplicación de la política
tributaria para que no sólo se elimine el gasto tributario donde corresponda,
sino para evitar que alguien, como siempre sucede, al margen de las políticas
tributaria y sus directrices se lo ocurra que hay que hacer una nueva ley de
incentivos sin que Hacienda se entere, después de definidos los objetivos de la
política económica y el papel de los tributos. Debe tener Hacienda un personal
capaz en el tema de los tributos para no concluir después de los cambios en una
estructura tributaria mostrenca y después pedir cambios para repetirla otra vez
en el tiempo con el mismo resultado, que es el de nuestra historia, donde
siempre es baja la presión tributaria.
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